Una tranquila tarde me llega un desconocido, un hombre de campo, con boina, "typical spanish", con un papel, una instancia, solicitando el alta de un poni que dió de baja "por error". Si se preguntan cómo un veterinario acabó teniendo este "error" de baja de un animal, yo también me lo pregunto.
El papel trae un sello de haber dado entrada en el registro. Una administración de la Junta de Andalucía. Y quiere, sin traer a la poni, sin comprobar que tiene el chip que indica el papel, sin nada, que la dé de alta.
Como veterinaria mi firma significa algo más que un autógrafo. Es una garantía profesional. En este caso, afirmando que una poni, de ciertas características, tiene un nº de chip concreto. Esta afirmación, cualquier veterinario que sabe leer, escribir, y hacerse respetar, sólo estamparía su rúbrica si aquello que firma lo ha comprobado con sus propios ojos, o en base a un documento firmado, y confirmado, a su vez, por otro compañero. Pero no que se lo tenga que creer porque hay un sello de la Junta de Andalucía, ni más ni menos, en la instancia. A mi la administración cada día me merece menos respeto, pero convencerme de que un sello de entrada en registro significa que "es verdad aquello que das entrada en el registro" es tratarme por analfabeta. Además, este hombre ha tenido la mala suerte de que tengo experiencia dando entrada en registros de administraciones, y sé lo que tengo delante. Igual sabía que soy nueva, y para él Nueva=tonta. O que soy joven, y parezco aún más joven de lo que soy: joven=ingenuo. Podíamos escribir un libro de anécdotas.
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